Abrir mi alma al mundo, dejando que las emociones que la rodean, penetren en lo más profundo de mí ser. Mirar con ojos lascivos a mí alrededor, esperando un gesto cómplice, que nutra a mi deseo y llene mi cabeza de pasiones que desearía que se volvieran realidades.
Dejarme llevar por el instinto más básico, emprendiendo un camino que desconozco, pero cuyo final me eleva a los cielos.
Sonidos profundos, convulsas agitaciones, palabras cargadas de lujuria que se inyectan directamente sobre mi mente e impulsan a todo mi cuerpo para no detenerse jamás.
Y así será, avivando ese fuego puro, que sobrepasa los límites de la simple unión de dos cuerpos y viaja hasta lugares que jamás se creyeron alcanzables, que al final se vuelven eternos.